lunes, 22 de diciembre de 2014

¿Qué quieres ser de mayor?

Hay una pregunta que creo que se le hace a todo el mundo alguna vez en su vida y que además se hace cuando uno/a no sabe aún ni como pronunciar ciertas palabras, no me refiero a preguntas como ¿qué le vas a pedir a los reyes? o ¿qué te apetece para comer? no, en realidad no es una pregunta sencilla y además, a medida que vas siendo mayor se va haciendo cada vez más complicada: ¿Qué quieres ser de mayor? 

Me hace gracia que esta pregunta se le empiece hacer a niños de unos 5 o 6 años, niños que no saben ni si quiera decidir cuál es su chuche favorita o el juguete con el que prefieren jugar pero aún así todo el mundo intentamos responder porque, bueno, todas las preguntas deben tener respuestas aunque sean respuestas disparatadas. Yo no iba a ser menos y obviamente me han hecho esa pregunta millones de veces y creo que soy o he sido de esas personas que han respondido desde chiquita con la misma respuesta siempre: Médico. Quería ser médico desde que tengo uso de razón, será porque desde pequeñita lo he vivido en cada ya que mi padre lo es. Estudié mucho, sacaba muy buenas notas, aunque suene egocéntrico, sacaba notas de 8 para arriba, y siempre me lo he currado porque quería conseguir mi meta hasta que llegó el momento de echar las matrículas en las universidades, en ese momento se me encendió la bombilla y a parte de echar para medicina eché para Enfermería.

Tenía nota suficiente para entrar en las dos carreras ya que mi año era el segundo año del querido plan Bolonia y las notas de corte no estaban muy a la alta y si, entré en medicina y en enfermería y aunque suene raro, odioso, alocado o se interprete como la peor decisión del mundo, decidí estudiar ENFERMERÍA porque me dio la real gana. No quería ser como un alto porcentaje de gente que se cree que por estudiar una carrera así son dioses. Soy de esas personas que prefieren levantarse cada día para ir a trabajar, decir los buenos días desde bien temprano y empezar a escuchar historias de los pacientes y los familiares historias que van desde el qué les había pasado para acabar en el hospital hasta el cómo, siendo un matrimonio, se enamoraron en la juventud y siguen juntos, son historias que algún día recogeré y transmitiré al mundo porque son maravillosas. 

Me encanta ser enfermera, me encanta ser una de las personas que, en los peores momentos, te dedica una sonrisa, me encanta escuchar esas historias, ser la confidente, ser la candidata perfecta para nietos/hermanos/sobrinos de mis pacientes, me encanta saber que cuando tienen un problema como el que les duele la cabeza, se lo preguntan al médico pero que cuando su problema es que tienen miedo a dejar a su familia, somos nosotras las que estamos ahí.

No me arrepiento en ningún momento de ser lo que soy, de elegir ser el paño de lágrimas tanto de risas como de llantos por penas, soy ENFERMERA y lo digo con la voz en el cielo para que todo el mundo lo sepa.